29 abr 2014

COMO AGUA PARA CHOCOLATE

Esta es mi tímida participación para el evento UN JABÓN DE PELÍCULA organizado por el grupo Blogueros Jaboneros.

Os presento un Jabón simple, pero voluptuoso, basado en la película COMO AGUA PARA CHOCOLATE, basada a su vez en la novela de Laura Esquivel del mismo título. Era yo una chavalina cuando lo leí y aún conservo aquel ejemplar en la estantería... pero de los libros de cocina! Pues tiene más de aromas y sabores que de ninguna otra cosa.

El chocolate y los dulces están presentes en toda la obra y junto con ese momento álgido de las Codornices con Pétalos de Rosas, han dado lugar a este JABÓN DE CHOCOLATE CON AGUA DE ROSAS. 

Además, este Jabón igual que en la película fue fruto de mucho dolor y sufrimiento. En origen era un Jabón de Cocolate normal y corriente, con su Cacao Valor, su Manteca de Cacao, su Aceite de Oliva y de Coco, una pizca de canela, otra de Karité, un poco de aceite de Almendras y un mucho de ilusión. Cuando lo estaba enmoldando se me ocurrió integrar en el centro una buena capa de azucar para que actuara de exfoliante, me dije. Eso fue un error garrafal que cortó todo el jabón, me escupió los aceites, y lo resquebrajó por completo. 



Así que ahí lo tenía aparcado, muy trágico, tanto amor desperdiciado como en la peli!!!! Pero UN JABÓN DE PELÍCULA lo ha salvado!!! Lo refundi con Agua de Rosas. Lo corté en cachitos, igual que Tita cortaba el cuello a las codornices, con dolor y sin piedad. Y lo puse al baño maria muy flojito añadiendo un 15% de Agua de Rosas. Y aquí os presento a mi Jabón de Película. Un jabón de Chocolate, Azucar y Agua de Rosas, blandito y untoso.



CODORNICES CON PÉTALOS DE ROSAS
INGREDIENTES:
12 rosas, de preferencia rojas
12 castañas
2 cucharadas de mantequilla
2 cucharadas de fécula de maíz
2 gotas de esencia de rosas
2 cucharadas de anís
2 cucharadas de miel
2 ajos
6 codornices
1 pithaya

Manera de hacerse:
Se desprenden con mucho cuidado los pétalos de las rosas, procurando no pincharse los dedos, pues aparte de que es muy doloroso (el piquete), los pétalos pueden quedar impregnados de sangre y esto, aparte de alterar el sabor del platillo, puede provocar reacciones químicas, por demás peligrosas.
Pero Tita era incapaz de recordar este pequeño detalle ante la intensa emoción que experimentaba al recibir un ramo de rosas, de manos de Pedro. Era la primera emoción profunda que sentía desde 'el día de la boda de su hermana, cuando escuchó la declaración del amor que Pedro sentía por ella y que trataba de ocultar a los ojos de los demás. Mamá Elena, con esa rapidez y agudeza de pensamiento que tenia, sospechaba lo que podría pasar si Pedro y Tita tenían oportunidad de estar a solas. Por tanto, haciendo gala de asombrosas artes de prestidigitación, hasta ahora, se las había ingeniado de maravilla para ocultar al uno de los ojos y el alcance del otro...
Tita apretaba las rosas con tal fuerza contra su pecho que, cuando llegó a la cocina, las rosas, que en un principio eran de color rosado, ya se habían vuelto rojas por la sangre de las manos y el pecho de Tita. Tenía que pensar rápidamente qué hacer con ellas. ¡Estaban tan hermosas! No era posible tirarlas a la basura, en primera porque nunca antes había recibido flores y en segunda, porque se las había dado Pedro. De pronto escuchó claramente la voz de Nacha, dictándole al oído una receta prehispánica donde se utilizaban pétalos de rosa. Tita la tenía medio olvidada, pues para hacerla se necesitaban faisanes y en el rancho nunca se habían dedicado a criar ese tipo de aves. Lo único que tenían en ese momento era codornices, así que decidió alterar ligeramente la receta, con tal de utilizar las flores…
Tal parecía que era la misma Nacha la que en el cuerpo de Tita realizaba todas estas actividades: desplumar las aves en seco, sacarles las vísceras y ponerlas a freír. Después de desplumadas y vaciadas las codornices, se les recogen y atan las patas, para que conserven una posición graciosa mientras se ponen a dorar en la mantequilla, espolvoreadas con pimienta y sal al gusto…
La fusión de la sangre de Tita con los pétalos de las rosas que Pedro le había regalado resultó ser de lo más explosiva. Cuando se sentaron a la mesa había un ambiente ligeramente tenso, pero no pasó a mayores hasta que se sirvieron las codornices. Pedro, no contento con haber provocado los celos de su esposa, sin poderse contener, al saborear el primer bocado del platillo, exclamó, cerrando los ojos con verdadera lujuria: -¡Éste es un placer de los dioses! Mamá Elena, aunque reconocía que se trataba de un guiso verdaderamente exquisito, molesta por el comentario dijo: -Tiene demasiada sal. Rosaura, pretextando náuseas y mareos, no pudo comer más que tres bocados. En cambio a Gertrudis algo raro le pasó.
Parecía que el alimento que estaba ingiriendo producía en ella un efecto afrodisíaco, pues empezó a sentir que un intenso calor le invadía las piernas. Un cosquilleo en el centro de su cuerpo no la dejaba estar correctamente sentada en su silla. Empezó a sudar y a imaginar qué se sentiría al ir sentada a lomo de un caballo, abrazada por un villista, uno de esos que había visto una semana antes entrando a la plaza del pueblo, oliendo a sudor, a tierra, a amaneceres de peligro e incertidumbre, a vida y a muerte…



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